24 May 2013

Estoy cabreada.

Y por lo tanto, voy a escribir en español. Sorry, English speaking readers, but this post talks about a situation happening in Spain, and my level of disbelief and anger make it mandatory that I use my native language to address it.
Últimamente hay una polémica en España acerca de la ley de aborto que quiere aprobar el ministro Gallardón. No voy a entrar a discutir una ley con la que tengo serios problemas en general y en cualquier país. No me considero católica, y no tengo dudas por motivos religiosos. Pero soy madre, y a estas alturas de mi vida absolutamente nada me llevaría a considerar siquiera la posibilidad de terminar de forma voluntaria un embarazo. Hablar de mi es muy fácil, lo tengo muy claro. No lo tengo tan claro cuando hablo de otros, porque para todo hay excepciones, y en un ataque de optimismo sobre la humanidad quiero pensar que ninguna madre toma a la ligera la decisión de abortar. Pero si hay en un caso en el que abortar me parece mezquino, es el caso de embarazos de niños discapacitados. Si alguien quiere niños perfectos, tal vez deba plantearse seriamente la posibilidad de ser padre/madre. Los niños perfectos no existen. Al menos no como quien rechaza a un niño discapacitado espera. La maternidad no es un camino fácil, en ningún caso, aunque se tenga al niño "perfecto".
Lo es mucho menos en el caso de un niño con necesidades especiales. Lo puedo decir con seguridad, porque yo también tengo un niño con necesidades especiales. No me gusta para nada la palabra discapacitado. Mi hijo simplemente tiene necesidades especiales, o es diferente a la mayoría de los niños. En nuestro caso, es sordo. En el mundo de los problemas genéticos, una bicoca. Pero seguro que muchos médicos habrían corrido a aconsejarnos que nos evitáramos el problema a los cuatro meses de embarazo. Eso habría sido si hubiésemos accedido a hacerme una amniocentesis, cosa a la que nos negamos. Teníamos muy claro que en nuestro caso no tenía ningún sentido, ya que no íbamos a hacer nada fuesen cuales fuesen los resultados.
Leo estos días en la prensa española auténticas barbaridades al respecto, emitidas por personajes públicos. No oigo ni leo a nadie sacarles los colores. y esto me avergüenza. ¿Cómo se atreven a llamar a estos niños monstruos, deformes, peores? ¿Cómo se atreven a clasificarlos de ciudadanos de segunda? Mi hijo no es un monstruo, ni es deforme, ni es peor, ni es una carga. Mi hijo es una alegría, y una sonrisa, absolutamente "perfecto" y desde luego y sin lugar a dudas, infinitamente mejor que Arcadi Espada, Oscar Puentes o Rosa Regás. Que son los que suenan como unos auténticos monstruos, unos monstruos que recuerdan demasiado al sueño nazi de la raza perfecta. Qué asco.

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